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Dimecres, 7 de maig

Fragment d'una entrevista feta a David Lodge arrel de la publicació del llibre La conciencia y la novela

¿Por eso concede usted el liderazgo al novelista en la representación de la conciencia?

R. El novelista es capaz de transmitir una vívida sensación de lo que supone la conciencia. Puede introducir al lector en la mente de mucha gente diferente. Por eso leemos novelas, para hacernos una idea de cómo experimenta otra gente el mismo mundo. También porque la novela presenta una especificación de una experiencia. Nuestra memoria es terriblemente efímera y los detalles de nuestras vidas desaparecen con el tiempo. Esa especificidad que narra la novela es siempre accesible puesto que puedes abrir el libro y volver a leerla. Como sugiere el título de Proust En busca del tiempo perdido, las novelas están continuamente recuperando el tiempo perdido. De ahí su interés.

P. ¿Qué cambio más notable advierte en la aproximación literaria a la conciencia?

R. La pérdida de confianza, en la segunda mitad del siglo XX, en la habilidad del novelista para representar diferentes conciencias en un mismo libro. Las novelas clásicas del XIX, de autores como Dickens o George Eliot, pasaban de un personaje a otro y, al final de su lectura, el lector sentía que comprendía mejor el mundo porque lo había visto desde muchas y distintas perspectivas. La novela moderna, representada por Joyce, también parte de la base de que la realidad se asienta en la mente y en la forma en que se construye. Unos y otros creen en su capacidad para representar distintos puntos de vista. Esa confianza se ha perdido, y el autor se limita a exponer una voz, la del narrador o protagonista, de forma que la ficción literaria tiende cada vez más hacia la confesión, el recuento de una vida y la visión singular. Puede funcionar, pero es más limitativo.

P. ¿A qué se debe el empuje de la voz singular?

R. Confiamos mucho menos en nuestra capacidad para discernir la verdad y saber cómo son los demás. A cada momento se nos recuerda lo falible que es el juicio humano, lo parciales que somos en nuestra visión de cualquier asunto. Como cultura, ya no creemos en el dios omnipotente, que todo lo ve y conoce, y el novelista era un poco como dios, capaz de adivinar pensamientos y distinguir el bien del mal. Hemos perdido esta certeza metafísica y el novelista tiende ahora a lo seguro. Sabe que nadie podrá impugnar la validez de un punto de vista singular.

P. ¿Evitando el riesgo no se limita a la ficción?

R. La gente ya no confía en el poder de convicción de la ficción. La ficción ha perdido la autoridad que tenía en el pasado. De ahí la popularidad de la narrativa biográfica, también llamada de vivencias, en la que la ficción no abunda o incluso no existe, pero las experiencias se narran en el estilo vívido asociado a la novela. Medio siglo atrás, el autor hubiera novelado esas vivencias, reteniendo la libertad de alterar los hechos por razones artísticas. Con el nuevo tipo de ficción se establece un contrato con el lector basado en que las experiencias son reales y, por tanto, debe creer lo que se cuenta en el libro.

Patrícia Gómez: David Lodge: La conciencia y la novela
(El Pais/ Babelia 1-5-04)
cromets11:57 a. m.